Cuando muere alguien en la familia, suele suceder que ni los padres ni los familiares ni los amigos saben cómo responder, qué decir o hacer para que los niños comprendan lo que ha ocurrido. Sin embargo, éstos necesitan la ayuda de los adultos para asumir la nueva situación.
¿Cómo se le puede explicar qué es la muerte?
Hay que adherirse lo más posible y cuanto antes a la verdad. Es fundamental que la explicación se dé en términos sencillos, sin dramatismo, con un lenguaje adecuado (con ejemplos de la naturaleza) y que sea verídica.
No dudar en usar las palabras “muerto” y “muerte”. Por ejemplo, sentarse con el niño, abrazarlo y decirle: “Ha ocurrido algo muy triste. Tu hermano ha tenido un accidente de auto, resultó muy golpeado… y ha muerto. Lo vamos a extrañar y a echar mucho de menos porque lo queremos mucho”.
El niño cree que la muerte es “contagiosa”. Es conveniente explicarle que ni él ni otro de la familia va a morirse, tan solo porque de vez en cuando se enferme, tenga un golpe o sufra un accidente. Los niños necesitan seguridad.
Hay que aceptar las preguntas de los niños: “¿Qué quiere decir se murió?”. Se puede responder: “Que se murió significa que el cuerpo ha dejado de funcionar y ya no puede correr, jugar, hablar como antes”. Desde la fe se le puede explicar que está junto a Dios, muy feliz. Pero hay que evitar presentar a un Dios que rapta a la gente. No asustarse si el niño afirma: “¡Yo también quiero morirme para ser tan feliz como mi hermanito!”
¿Qué es lo que no conviene decir?
No conviene decir que el difunto está realizando un largo viaje, ya que se esperará el retorno.
Tampoco es conveniente decir a los niños muy pequeños que el fallecido está durmiendo, se esperará su despertar. Los niños tienden a interpretar las cosas literalmente. Si equiparan el sueño con la muerte, pudieran desarrollar miedo a dormirse.
No hay que subestimar el sentimiento de culpa de los pequeños
Con frecuencia se sienten responsables de la muerte de un ser querido por las palabras, pensamientos o acciones que le hicieron enojar. Tal vez haya que decir algo como: “Tus pensamientos y tus palabras no hacen que nadie que nadie enferme ni tampoco que muera”. Si es de corta edad, quizás haya que repetírselo muchas veces.
Conviene recordar cómo entienden los niños la muerte.
Antes de los tres años, desde el punto de vista cognoscitivo y afectivo, el niño no comprende el significado de la muerte. De los tres a cinco años, considera la muerte como un evento temporal, reversible, una especie de sueño prolongado. De los cinco a los nueve, la percibe como un acontecimiento definitivo que sucede a los demás, no a él. De los diez en adelante es un hecho inevitable para todos y está asociado al cese de todas las actividades humanas. Sin embargo, los niños que han pasado por una experiencia de duelo pueden tener una conciencia más temprana y realista de la muerte.
¿Deben asistir al veletorio y al entierro?
¿Deben asistir al velatorio y al entierro? Se deben tener en cuenta los sentimientos de los niños. Si no quieren ir, no se los obligue ni se les haga sentirse culpable por ello. Y si quieren ir, déles una descripción detallada de lo que sucederá, como por ejemplo, si habrá un ataúd y si estará abierto o cerrado. Hay que decir también que a lo mejor ven a mucha gente llorando porque están tristes. Una vez más, que pregunten. Además se debe asegurar que podrán marcharse si lo desean.
¿Se debe ocultar la tristeza y el llanto a los niños?
Llorar delante de los niños es normal, además de saludable. Por otra parte, resulta casi imposible ocultar por completo los sentimientos a los niños ya que suelen ser muy perspicaces, y si algo va mal, normalmente lo perciben. Si se exterioriza el dolor, es conveniente explicar que se debe a que se estraña al ser querido, pero ha de añadirse que poco a poco volverá la serenidad.
Expresar los sentimientos
El niño siempre expresa los sentimientos aunque no verbalmente. Si se da libertad a esos sentimientos (tristeza, miedo, bronca, sentirse abandonado…) serán expresados oralmente y mejor elaborados. Si ven que sus sentimientos alteran a los mayores, tenderán al silencio, adquirirán gestos y actitudes agresivas, de aislamiento o de retroceso, con dificultad escolar, hacerse pis, alteración del sueño, caracter, alimentación…
En ocasiones, se juega a morirse, se inventan un hermanito, papá… imaginario y alternan preguntas reiterativas con intervalos de silencio. Es su lógica del duelo.