La intensidad

            La intensidad del sufrimiento en los duelos, obviamente, es mucho mayor por la muerte de seres queridos que por pérdidas de bienes apreciados. Evidentemente, el tipo de relación afectiva es el factor más importante. La intensidad de la pena está relacionada con la intensidad del vínculo afectivo habido con el muerto: grado de parentesco o de vinculación, tiempo, calidad y significación de la misma

          El trabajo del duelo es complejo y difícil porque implica afrontar:

  • El sufrimiento por sí mismo[35].
  • El sufrimiento por la muerte del ser querido.
  • La purificación del amor.
  • El desapego/no posesión.
  • Condividir el sufrimiento con otros dolientes.
  • Seguir con entusiasmo el ritmo de la vida.
  • El sentido de la vida y de la muerte.
  • El destino final del hombre.

Hay otros factores que considerar:

  • Lo definitivo de la pérdida o de la muerte.
  • Lo que significaba quien ha muerto.
  • El manejo de la ansiedad y culpabilización tras la separación.
  • El vacío o desconcierto de la ausencia.
  • La naturaleza de la hondura/apego/dependencia de la relación existente.
  • El rol y funciones desempeñados por el difunto o ausente.
  • La actitud asumida: pasiva o activa.
  • La consideración sobre la realización, satisfacción y cumplimiento de la vida del fallecido.
  • Los asuntos sin resolver entre dolientes y difuntos (conflictos habidos).
  • La causa y circunstancias que ocasionaron el fallecimiento (acción o muerte impuesta, indigna, deshumanizada, con abandono, negligencia, violencia, sufrimiento[36], muertes múltiples…).
  • El control del dolor y de otros síntomas[37]. El aspecto del cadáver.
  • Las consecuencias posteriores no previstas.
  • La canalización y reinversión afectivas desplegadas.
  • La utilización de los recursos humanos de que dispone cada persona: carácter, salud mental, autoestima, capacidad adaptativa, experiencia de otros duelos anteriores, acción vincular y familiar, capacidad de expresar el duelo, vivencia espiritual-religiosa.
  • Sufrimos como somos, pensamos, creemos y esperamos.
  • Sufrimos según nuestra propia personalidad[38].

Se ha tratado de registrar la intensidad según diversas circunstancias. La conocida escala de Reajustamiento Social (Holmes y Rahe, 1967) declara:

  1. Muerte del cónyuge
  2. Divorcio
  3. Separación conyugal
  4. Encarcelamiento o pérdida de la libertad
  5. Muerte de familiares cercanos
  6. Accidente o enfermedad
  7. Crisis familiar grave
  8. Expulsión del trabajo
  9. Pérdida económica importante
  10. Jubilación

En la mayoría de fuentes documentales se considera que el fallecimiento de un familiar cercano es lo que produce un mayor impacto psicológico. En la actualidad pocos dudarían en afirmar que la muerte del hijo ocupe el primer rango. Por ello, podríamos asegurar con certeza absoluta que el prototipo de duelo es la muerte de un hijo.

[35]   «Y vos, dichoso niño, que en siete años / que tuvistes de vida, no tuvistes / con vuestro padre inobediencia alguna, / corred con vuestro ejemplo mis engaños, / serenad mis paternos ojos tristes, / pues ya sois sol donde pisáis la luna;/ de la primera cuna / a la postrera cama / no distes sola un hora / de disgusto, y agora / parece que le dais, si así se llama / lo que es pena y dolor de parte nuestra, / pues no es la culpa, aunque es la causa vuestra». Canción de Lope de Vega con motivo de la muerte  de su hijo Carlos Félix, en  Rimas Sacras, 485-490, en Obras poéticas, Planeta, Madrid 1983. El padre y poeta en duelo es consciente de “la pena y dolor de parte nuestra”.

[36]   En concreto, si el ser querido sufrió, cuánto sufrió, durante cuánto tiempo y cómo sufrió son factores que influyen notablemente en el proceso de duelo.

[37]   La calidad de asistencia y control de los síntomas del dolor influyen considerablemente en la elaboración del duelo.

[38]   Cfr. A. Pangrazzi, El Duelo. Cómo elaborar positivamente las pérdidas humanas, San Pablo, Buenos Aires 1996, 35-45.