Su acompañamiento
El duelo tiene sus tiempos (cfr. Ecl 3,1-8). Se quiere salir rápidamente del sufrimiento, pero no siempre es posible. Con el duelo hay que ser pacientes pero no pasivos. Hay que tomarse y conocer “sus tiempos”.
El acompañamiento en todo duelo es una disciplina y un arte que implican en el ayudante, también sanador herido, madurez afectiva, gran capacidad de escucha, habilidad en la relación ayudante-ayudado, acogida emotiva, control emocional, serena empatía, conocimiento de los tiempos y movimientos del alma sufriente, experiencia de vida espiritual…
El duelo tiene su lógica y sus tiempos específicos en los que el dinamismo terapéutico ha de recorrer los pasillos interiores del hombre herido hasta sanarlo.
Inicialmente, lo mejor es contener y acompañar, permitiendo los desahogos necesarios, haciendo acto de presencia y ofreciendo servicios concretos.
“Mira que la dolencia de amor no se cura sino con la presencia y la figura”
(S. Juan de la Cruz).El duelo anticipado
En no pocas ocasiones, como en el caso del enfermo moribundo, se puede prever la muerte más o menos cercana. Los familiares, si aceptan la realidad, van entrando en un duelo anticipado. El moribundo también hace su duelo anticipado.
– Yo casi no lloré después de la muerte de mi marido, pero antes fui un llanto continuo. Sólo no lloraba delante de él.
En ocasiones, tras penosa y larga enfermedad:
– Lo vimos como una liberación.
Sin embargo, esta anticipación no es garantía de un duelo sin obstáculos. Para muchos, aún en esas circunstancias, no es fácil aceptar la cruda realidad y la muerte cae como ladrón en la noche:
– No podía creer que se me iba a morir alguna vez. No quería creerlo.
El agente de relación de ayuda ha de tener mucho tacto para empatizar con las personas al ritmo de sus ritmos en el duelo anticipado. El desahogarse con libertad y poder compartir la verdad de la situación con alguien es sumamente terapéutico. Es bueno procurar para los dolientes un espacio físico con cierta intimidad.
Se ha de informar oportuna, sencilla y claramente por parte del profesional competente, asegurando a los seres queridos que se está haciendo todo lo humanamente posible. Al comunicar la muerte, es conveniente explicar cómo fue el proceso, aceptar preguntas e interesarse por las necesidades emotivas y espirituales.
El velatorio
La sociedad actual tan juvenalista y secularista, que tabuiza la muerte, ha eliminado muchas expresiones del duelo y del luto y ha reducido otras con lo cual no se facilita su sana elaboración.
Todos los pueblos han ritualizado el adiós a sus seres queridos. Han elaborado ritos fúnebres, han culturizado y socializado la muerte. Estos ritos y ceremonias constituyen un caudal acumulado que logra una sana y sabia manera de ayudar emocionalmente a las personas en duelo, permitiendo que se expresen en la acción sentimientos demasiado profundos como para ser expresados con palabras en momentos tensos de emoción.
El velatorio, tanto en un lugar público como en casa, facilita la aceptación de la muerte, permite aflorar el llanto liberador, dominar la pena de la separación, tocar el cadáver y hablar para despedirlo, expresando los genuinos sentimientos ante el muerto…
Es duro no poder velar a los seres queridos muertos, ni ver su cadáver.
El sereno acompañamiento ha de dar completa libertad al sufriente para su desahogo, respetando sus silencios. Se ha de ofrecer una presencia solidaria con ayudas o gestiones concretas, si fuesen necesarias.
Se ha de reavivar la esperanza cristiana en la resurrección, evocando la resurrección de Cristo y la misericordia divina, ante familiares cristianos.
En los velatorios y funerales se ofrece a la comunidad la posibilidad de expresar la solidaridad y los propios afectos a los deudos. Es una ocasión especial de reflexión sobre la propia muerte.
Las exequias o funerales
Es saludable poder decir adiós al ser querido muerto, ritualizar la despedida, honrar su memoria, agradecer su existencia… Conforta a los familiares escuchar lo significativo que fue su ser querido para la comunidad, que será recordado positivamente…
En la liturgia de las exequias (responso, funeral, despedida en el cementerio, novenario, etc.) la finalidad de los ritos cristianos no es venerar los cuerpos sino celebrar la memoria del difunto, afirmar el valor de la vida y situar el acontecimiento de la muerte en el horizonte de la pascua de Cristo.
Estos actos litúrgicos dan un sentido de continuidad a la vida y fomentan la pertenencia al pueblo de Dios. A su vez, facilitan la elaboración del duelo al contribuir a:
· Afrontar la realidad de la muerte sin negarla u ocultarla.
· Exteriorizar la pena liberando las emociones.
· Reavivar la fe y la esperanza en los presentes.
· Despedir comunitariamente a un miembro de la comunidad.
· Comunitarizar la ayuda de los deudos.
· Reflexionar sobre la muerte evangelizando la vida.
Otras celebraciones litúrgicas durante el año (misas de sufragio, paraliturgias y otros ritos familiares) van ayudando a serenar el sufrimiento y alimentan la esperanza. Se ha de considerar el hecho de tener las cenizas del muerto en casa. Puede acarrear serios problemas en la sana elaboración del duelo.
La visita a domicilio
Se ha de efectuar periódicamente la visita a domicilio al menos durante un mes, después del fallecimiento.
Es necesario tomarse tiempo e ir con calma, no hablar mucho, practicar la actitud de escucha, emplear también el lenguaje no verbal, permitir el desahogo de los sentimientos del doliente y aceptar el llanto.
Está hablando el corazón: no entrar en desintonía con razones. No juzgar. No tener que responder a todos los interrogantes, pero sí escucharlos.
Es bueno, si se pide, clarificar las fases del duelo y sus tiempos, expresando que son normales las manifestaciones emotivas, aconsejando no tomar decisiones importantes de inmediato.
No caer en el error de ayudar a evadirse de la realidad con meros consuelos o “frases hechas”(Cfr. Mateo Bautista. Resurrección. Grupo de ayuda para familiares en duelo. Ed. San Pablo, buenos Aires, pág. 29. 3.5).
Es muy aconsejable aportar ayudas concretas: en la casa, con trámites, evitando el aislamiento de quien sufre.Todo sin atosigar.
Pastoralmente, el ayudante ha de reforzar la fe, el vínculo comunitario eclesial y la esperanza del sufriente.
La ayuda profesional
Hay duelos en los que por su intensidad, circunstancias peculiares, implicaciones emotivas, conflictos que arrastra y reacciones anómalas, el doliente somatiza y/o entra en un cuadro depresivo. El médico deberá detectar el origen del “dolor”, evitando la medicalización innecesaria del duelo. Especialmente en tales casos, es muy útil aconsejar la ayuda terapéutica de un profesional especializado. Esto Será siempre necesario en los duelos extraordinarios y patológicos.
El terapeuta ha de inspirar confianza en el doliente para permitirle descargar libremente todo su torrente emocional contenido, cosa que no siempre es factible en casa o en los ámbitos comunitarios. El profesional, en la admisión, ha de dar una precisa información del proceso del duelo y de sus serias dificultades, pero recalcando que del sufrimiento se sale, motivando a una sana y continua elaboración.
Las penas, culpas, tensiones, confusiones, broncas y resentimientos han de ser expuestos confiadamente y, poco a poco, canalizados positivamente.
La experiencia indica que, en muchos casos, la asistencia a estas terapias no suele ser muy prolongada. Obviamente, influyen los costos económicos. Los resultados suelen ser positivos. En los duelos más intensos suelen quedar muchas lagunas por una falta de asistencia a las terapias, lo cual impide una mayor continuidad y profundización del proceso de sanación.
Es más que sabido que la mejor ayuda es la que brinda una conjunta e interdisciplinaria respuesta terapéutica que configure la fe y la ciencia, dentro de un marco vincular sano.
Grupo de mutua ayuda
Dejarse ayudar en el duelo es algo muy sano. Como hemos dicho, hay profesionales y otras personas capacitadas que saben ayudar. También existen grupos de mutua ayuda que hacen mucho bien.
¿Qué es un grupo de mutua ayuda en duelo? Este está formado por otros miembros en proceso de duelo y coordinado por expertos o por quienes pasaron por similar experiencia elaborándola positivamente, conocedores de la dinámica de relación de ayuda y del mundo interior del sufriente. Además, están debidamente capacitados para explorar los “recovecos del sufrimiento”.
El grupo es la ocasión para ayudar y ser ayudados, expresar libremente el propio sufrimiento, compartir la esperanza y sanear las heridas reactivando el poder terapéutico de cada uno.
Cualidades del grupo:
· apertura
· respeto
· discreción
· libertad de participación
· sigilo
· ayuda mutua
· aceptación incondicional de opiniones y emociones
· Confrontación empática
Un grupo de mutua ayuda no es una reunión social de amigos. No convoca el sufrimiento sino la necesidad de elaborar el duelo. No es para transferir el sufrimiento sino el método de sanación.
¡Atención a la “drogagrupodependencia”! Ha de tener el grupo un tiempo de inicio y de fin bien precisados. Se institucionaliza el grupo, no se institucionaliza el duelo. Su ideario, metodología y temáticas han de ser muy terapéuticas. No han de faltar evaluaciones constantes que observen el proceso del duelo.
El grupo de mutua ayuda es uno de los recursos de esa amplia red de apoyos sociales a la que hay que acudir para elaborar sanamente el duelo, pero nunca el único (Cfr. Mateo Batista. Resurrección. Grupo de mutua ayuda en duelo. Ed. San Pablo, Buenos Aires, pp. 36 – 50.).