1. La pastoral del duelo -acompañando a los dolientes por muerte de seres queridos- se incardina en el corazón de las Bienaventuranzas del Reino anunciado por Jesús, expresa el amor del Padre y transmite la consolación del Espíritu Santo.
2. Jesús, con su praxis, docencia y vivencia es el artesano de la pastoral del duelo, su exemplum y sacramentum.
3. La presencia y acción, el anuncio y testimonio de la pastoral del duelo se iluminan con la pasión, duelo, muerte y resurrección del Señor Jesús, barco, faro y puerto de esta pastoral.
4. Sanar, sanear y salvar al sufriente/doliente es misión de toda la Iglesia, sacramento de salud-salvación; posada de hospitalidad y consuelo en el Espíritu; comunidad, comunicación y comunión.
5. La experiencia del sufrimiento/duelo es transversal a la vida de todos y cada uno de los fieles, a toda la Iglesia y a todas sus pastorales: de la salud, catequética, exequias, litúrgica, homilética…
6. La pastoral del duelo se ejerce antes, durante y después de la muerte, teniendo carácter informativo y formativo; preventivo, asistencial y rehabilitador; catequético y evangelizador.
7. Con carta de ciudadanía parroquial y diocesana, se realiza esta pastoral organizadamente, en equipo, a través de competentes y empáticos buenos samaritanos, expertos en el arte de la relación de ayuda en duelo.
8. Es un ministerio “de salida”, “hospital de campaña”, insertado en la koinonía, diaconía, kerigma y liturgia de la Iglesia, enriquecido por la guía y testimonio de tantos modelos de elaboración positiva de duelo.
9. Educa en el sentido de la vida, del sufrimiento, de la felicidad, de la esperanza, de la muerte y de la vida eterna.
10. Camino de la pastoral del duelo: del sufrimiento a la aceptación, del sufrimiento al crecimiento, del sufrimiento a la madurez, del sufrimiento a vivir como resucitados, del sufrimiento a la santidad.